Cómo leer la Biblia si nunca entendiste nada

Cómo leer la Biblia si nunca entendiste nada

Cómo leer la Biblia si nunca entendiste nada


Quizás tu Biblia está guardada, llena de polvo o de recuerdos de la clase de religión del colegio. Quizás la abriste una vez y no entendiste nada, y desde entonces sientes lo mismo que con las matemáticas: «Esto no es para mí».

Te entiendo. De verdad.

A muchos nos enseñaron a leer la Biblia como un examen, no como una historia viva, ni como una conversación con Dios.

Nos dijeron que debíamos entender todo, cuando en realidad Dios solo quería que nos dejáramos encontrar.

Así que, si leer la Biblia te da pereza, tal vez solo necesites leerla de otra manera.

La Biblia no está esperando que te sepas todos los libros de memoria, solo que te atrevas a abrirla con curiosidad.

1. No empieces con aburrimiento, empieza con curiosidad

Abre tu Biblia en Salmo 139.
Léelo sin obligación, sin buscar algo profundo.

Solo escucha: «Dios mío, tú me conoces muy bien; ¡sabes todo acerca de mí!».

Ese versículo no pide explicación, pide respiración.

No necesitas saber teología para entenderlo. Solo necesitas detenerte y pensar: «¿Será verdad que Dios me conoce así?».

La Biblia no fue escrita para los que entienden todo, sino para los que necesitan sentirse entendidos.

2. No la leas para aparentar perfección. Léela para ser sincero

Si tienes una Biblia cerca, busca el Salmo 13.
Es cortito.

Empieza con estas palabras: «Mi Señor y Dios, ¿vas a tenerme siempre olvidado? ¿Vas a negarte a mirarme? ¿Debe seguir mi corazón siempre angustiado, siempre sufriendo?».

Eso también es oración.
La Biblia está llena de gente frustrada, confundida, impaciente. Gente que amaba a Dios y a veces quería gritarle.

¿Sabes por qué? Porque la Biblia no está hecha de respuestas: está hecha de relaciones reales. Dios prefiere tu honestidad antes que tu actuación.

3. No busques héroes, busca humanos que tropezaron, igual que tú

Abre Hebreos 11.
Parece una lista de gigantes de la fe… hasta que lees bien:

  • Noé se emborrachó.
  • Abraham mintió.
  • Sara se rio de las promesas de Dios.
  • Moisés tartamudeaba.
  • Pedro se rindió antes del amanecer.

Y, aun así, Dios escribió historia con ellos.

La Biblia no es un club de perfectos, es un refugio para los que se sienten insuficientes.

Si alguna vez pensaste que no eres digno, lee sus páginas y descubre: Dios siempre usó a gente que no se sentía lista.

4. No la leas de afán. Deja que te encuentre

Abre Lucas 15 y busca la historia del hijo pródigo.
No la leas como una parábola famosa.
Léela como si fuera tu historia.

Lee hasta que llegues a la frase: «Cuando todavía estaba lejos, su padre corrió hacia él lleno de amor».

Detente ahí.
Porque ese «todavía lejos» podrías ser tú.

A veces creemos que tenemos que arreglarnos antes de volver a Dios.
Pero la Biblia te muestra a un Padre que corre mientras tú aún estás roto.

Eso no nace del seminario de teología: nace de la ternura de Dios.

5. No busques lo «bonito», busca lo verdadero

Abre Juan 8.32:

«Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres».

A veces la verdad duele, porque te muestra lo que no quieres ver.
Pero el dolor no es un castigo, es una cirugía para el alma.

Cuando la Biblia te incomoda, no te está juzgando: te está invitando a sanar.
La Palabra no fue dada para que te sientas bien siempre, sino para que conozcas el bien.

6. Empieza por donde te duele

Si sientes ansiedad, abre Filipenses 4:6–7

Vas a encontrar una invitación a respirar.
Pablo no promete que el problema desaparecerá, sino que la paz de Dios, esa que no se puede explicar, puede cuidar tu mente cuando el miedo grita más fuerte que la razón.

Si te pesa el pasado, abre Romanos 8

Vas a encontrar libertad.
Es el capítulo donde Pablo dice que «ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús».
Es un texto sobre dejar de vivir encadenado a la culpa, sobre descubrir que el amor de Dios es más fuerte que tus errores.

Si la vida te duele, abre el libro de Job

Vas a encontrar un grito.
Un hombre que perdió todo y no se conformó con respuestas fáciles.
Ahí se aprende que a veces la fe no consiste en entender, sino en resistir sin dejar de hablarle a Dios.

 

Si perdiste la fe, abre Juan 20

Vas a encontrar heridas.
Jesús resucitado no las esconde: las muestra.
Y es al tocarlas que Tomás vuelve a creer.
Ese capítulo enseña que la fe no siempre nace de la certeza, sino del encuentro con un Dios que no se ofende de tus dudas.


Si no sabes por dónde empezar, empieza por los Salmos.

La Biblia no exige que llegues sin dolor,
solo que llegues sincero.

No hay una puerta correcta,
solo un corazón dispuesto.

7. Léela como si Dios te hablara (porque sí lo hace)

Lee 2 Timoteo 3:16.
Dice que toda la Escritura es «inspirada por Dios».
La palabra griega que se usa es theopneustos.
Literalmente: respirada por Dios.

Cada versículo es un soplo.
Y si lo dejas, ese soplo puede despertar tu alma.

Dios sigue hablando, no con truenos, sino con ternura.
No en las alturas, sino en medio de tu cansancio.

Pídele que te hable.

A veces su voz no suena, se siente.
Es esa paz que no sabes explicar.

8. No la leas para saber más, léela para amar mejor

Abre 1 Corintios 13.
Léelo en voz alta.
Lento.
Como si cada palabra fuera un espejo.

«El amor es paciente, es bondadoso, no se enoja fácilmente…»

Ahí entenderás que toda la Biblia apunta a esto: aprender a amar como Dios ama.

No leerla es perderte esa escuela de amor.
Leerla sin amar es no haberla entendido todavía.

9. No te preocupes por entenderla toda, preocúpate por dejarte tocar

Nadie entiende toda la Biblia.

Ni los teólogos.
Ni los pastores.

Ni los sacerdotes.
Ni los que escribimos blogs como este.

Pero hay algo que todos pueden hacer: dejar que una frase les hable.
Solo una.
Y eso basta.

Porque la Biblia no cambia cuando la entiendes, sino cuando la crees.


Así que abre tu Biblia.
Tal vez no la entiendas toda, pero vas a encontrar algo que no sabías que necesitabas: