¡SI QUIERES QUE TU HIJO NUNCA SEPA QUIÉN ES, ENTONCES NUNCA LE LEAS LA BIBLIA!

¡SI QUIERES QUE TU HIJO NUNCA SEPA QUIÉN ES, ENTONCES NUNCA LE LEAS LA BIBLIA!

Si quieres que tu hijo viva confundido, sin saber quién es ni para qué está en este mundo, entonces no le abras ese libro que ha transformado vidas, ese que algunos llaman viejo, pero que sigue siendo tan actual como el aire que respiramos.

No le hables de Génesis 1.27, no vaya a ser que descubra que fue creado a imagen de Dios, y entonces comience a caminar con seguridad, a valorarse y a tratar a los demás con respeto. ¿Te imaginas? Un niño que sabe que su valor no depende de los likes en las redes sociales, ni de su aspecto físico, sino de Aquel que lo diseñó con propósito… Sería muy complicado.

Si quieres que tu hijo sea débil, inseguro y se derrumbe ante cualquier situación, entonces no le leas Filipenses 4.13. No vaya a ser que crea que “todo lo puede en Cristo que lo fortalece”. Y por favor, que no se tope con Josué 1.9, porque si empieza a creerse eso de que puede ser fuerte y valiente sabiendo que Dios está con él dondequiera que vaya… podrías tener un valiente en casa.

Si quieres que tu hijo se pierda entre las voces del mundo, repitiendo lo que todos dicen sin pensar, entonces no le muestres Romanos 12.2. Ese versículo invita a no copiarse de este mundo, sino a renovar la forma de pensar. Y si eso ocurre, tal vez tu hijo se atreva a pensar por sí mismo, a vivir diferente, a ser luz.

Si quieres que tu hijo crezca con ansiedad, creyendo que tiene que ganarse el amor de todos para valer algo, entonces aléjalo de Efesios 1.4-5. Porque si llega a entender que fue escogido, amado y adoptado por Dios desde antes de nacer… quizás deje de vivir con miedo al rechazo y empiece a caminar con libertad.

Si quieres que tu hijo viva solo para sí mismo, que no le importe el sufrimiento de otros, entonces no permitas que lea Salmos 82.3-4. No vaya a entender que a Dios defiende al débil y al necesitado. Si lo entiende, tal vez quiera hacer lo mismo.

Si quieres que tu hijo crezca sin propósito, sin dirección, sin esperanza, entonces evita a toda costa que lea Jeremías 29.11. Porque si se entera de que Dios tiene planes buenos para su vida, planes de paz y no de mal, podría empezar a soñar en grande y podría empezar a confiar.

Y, sobre todo, si quieres que tu hijo no se enamore de Jesús, que no conozca ese amor que transforma, consuela, reta y abraza, entonces no le muestres los Evangelios. Que no lea Juan 3.16, ni Mateo 11.28, ni Lucas 15. Porque si un día se encuentra con Jesús… su vida cambiará para siempre.

Así que tú decides. Recuerda que cuando a un niño le lees la Biblia no solo aprende a leer…


aprende a vivir. Aprende a amar sin miedo, a luchar con esperanza, a caminar con propósito, a perdonar con valentía, a confiar cuando se derrumba.